viernes, 18 de septiembre de 2009

Tragedia...No, Adversidad

Se encontraba cansado, arrastraba los pies en el pasillo y fue un infierno tener que subir las escaleras, pero finalmente abrió la puerta de su departamento y entro con un suspiro de alivio escapándosele por entre los labios. Coloco sus cosas sin orden alguno sobre uno de los sillones de la sala y comenzó a caminar con dirección a su habitación, y fue hasta que se encontraba a la mitad de su trayecto en que se percato del distante pero claro sonido de la música que flotaba por la casa. Era una música agradable, tranquila y amena, un buen y relajante jazz. Una sonrisa se le dibujo en los labios y antes de continuar su camino tomo un clavel rojo, de los solía tener en la mesa. Entro en la habitación y no se imagino nunca que en diván junto a la ventana estaría sentada una mujer de cabello oscuro con un libro en las piernas y un par de audífonos en los oídos, no se imagino que esa mujer no se había percatado de su presencia y que él, bajo el dintel de la puerta sonreía y admiraba con todo detalle la escena, una de las que estarían grabadas en su mente por siempre, no se imagino nada de esto pues sabía que era una realidad lo que sucedía, sabía que era una realidad que esa mujer le llenaba el pecho de un éter mágico que le hacía sentir una paz y tranquilidad que no había conocido nunca, sabía que era una realidad el hecho de que era su esposa y sabía que era una realidad que los papeles que estaban en el librero los había visto, aunque ella no sabía que los había leído, y era esa realidad la que le estremecía, la realidad plasmada en unas cuantas palabras que le dijeron fríamente que su esposa estaba enferma y que no había nada que hacer.

Es por eso que no pensaba en esta realidad y veía todas las realidades como un sueño dentro de un sueño, es por eso que ya no volteaba a ver los papeles en el librero, es por eso que se acerco en silencio, con la flor escondida detrás de él y cuando Marisol se percato de su presencia y le saludo con la habitual sonrisa y el beso pausado y tierno el acaricio su cuello con los pétalos de la flor y de sus labios salieron palabras hermosas que hablaban de la vida y belleza, de la paz y de ella, pero sobre todo de un amor incondicional y eterno.



Ella cerró los ojos mientras escuchaba todas esas palabras, poco a poco comenzó a sentir el deseo de un abrazo cálido y fuerte y se acerco tímidamente al pecho del hombre que tanto amaba. En el abrazo que recibió se sintió querida y segura, con ese abrazo olvido todos los problemas que había tenido que pasar durante el día, olvido el frio trato en el hospital, olvido el motivo de su visita a casa de su madre, olvido que había llorado en su regazo y que esta le había consolado, olvido que debía olvidarse del hombre con el que estaba, olvido que no quería lastimarlo, olvido que no podía amarlo.

El se recostó en las piernas de su amada y comenzó a platicarle los detalles de su día, ella escucho con atención y cuando vio un tercer bostezo salir de su esposo le dijo que durmiera, le dio un beso en la frente y le regalo una sonrisa, ella insistió cuando vio duda en sus ojos y por fin él cerró los ojos. Ella continuo leyendo mientras en sus piernas dormía Johan. Le gustaba estar así, le gustaba tenerlo cerca, aunque se dijese durante todo el día que no podía estar con él, que no tenía sentido alguno seguir con algo que moriría en tan poco tiempo, le dolía el pecho de solo pensar en algo así, pero le dolía aun mas, sentía un hondo vacio con la simple idea de alejarse de ese hombre.

No sabía qué hacer, últimamente ya no podía pensar bien, ya no entendía las diferencias entre lo bueno y lo malo, ya no sabía que debía hacer, lo único que le tenía era un gran miedo, miedo a la inminente llegada del futuro, miedo a perder las memorias de un maravilloso pasado, miedo de arruinar un presente que se perfila tan perfecto que no deseaba tocarlo con las cosas que debía olvidar pero siempre lograba recordar.



Recordaba la dulce expresión de su rostro cuando se había despedido de ella por la mañana, recordaba cómo le había servido el desayuno, recordaba la ropa que llevaba puesta, recordaba tantas cosas...pero también recordaba que no podía hacer que el cuerpo que veía volviera a la vida a base de recuerdos, había olvidado que la muerte es el final de todo, había olvidado que la muerte significa pasado, significa soledad.

Aun tenía su brillante cabello, sedoso y cuidado. Aun conservaba serenidad en sus rasgos, aun le parecía hermosa, aun sentía amor por ese cuerpo, aun tenia deseos de besarla, de sentir la ternura de sus labios. Se engañaba pensando que podría sentir su calor una vez más, que aun tenían vida sus labios, esos labios eternamente coloreados de purpura, que al abrir los parpados en sus ojos vería un destello, por pequeño que este fuera, de vida.

No se equivoco. Al tocarla pudo sentir su calor, al besarla pudo sentir la ternura en sus labios, al abrir sus parpados pudo ver un destello de vida, pequeño, ínfimo, pero de vida. La abrazo con fuerza y la saco de la tina. El agua salpico sus ropas, pero no le importo, salpico la sangre los muebles y tampoco le importo. La recostó en un sillón y fue rápidamente por una playera que desgarro mientras regresaba a su lado, le amarro el antebrazo con fuerza y después fue por el botiquín a la vez que tomaba el teléfono y marcaba el 066. La ambulancia llego rápido, minutos después de que había logrado hacer que dejara de correr la sangre. Estaba débil, pero aun con vida.


Entro en su departamento, despacio, como no queriendo encontrar lo que le esperaba y esperando encontrar lo que no se desvanecería. Cerró la puerta tras él y la oscuridad lo invadió todo. Camino sin premura al sillón donde horas antes había estado su esposa, donde horas antes se había estado desangrando. Se sentó en la alfombra, a un lado del charco de sangre, tenía una costra seca que retiro con la mano arrastrándola a un lado para poder ver la sangre fresca, liquida y espesa, la sangre que su esposa había derramado y que representaba el peso que había estado cargando, cada gota que había salido era un día de soportar sus pesares en soledad. El había creído correcto no hacer nada, dejarla hacer su voluntad, pero no le gustaba más su voluntad, no podía permitir que parte de su vida se convirtiera en un charco de sangre que después tendría que limpiar, un charco de sangre que no desaparecería nunca. Pero no podía hacer nada, en lo absoluto, solo podía ver como su esposa se debatía entre la vida y la muerte por voluntad propia, porque si quería irse era porque no quería estar mas a su lado, porque quería arrebatarle las pocas semanas que les quedaban juntos, porque quería adelantarse al tiempo, quería ser la invitada ininvitada en la cena que ofrece la muerte día con día a los invitados de su lista.

Se percato de las lagrimas solo cuando estas abrazaban sus ojos, quemaba sus mejillas, se percato de ellas y no le importo que sus manos estuviesen manchadas de sangre, igual se las llevo al rostro como queriendo ocultarse de aquello que no podia evitar, como queriendo acallar los gritos que dejaba salir.

Larckov

1 comentario:

  1. Creo que para el momento en que termine de leer, estaba algo ... melancolica, por tanto me parece melancolico y un tanto triste, pero complicado a la vez ... cuando se trata de nuestors deseos contra los de un ser amado, es dificil saber quien esta en mejor posición de decir que e slo que debe hacerse, y aún asi se intenta.

    Me gusto, siento que estoy leyendo un tipo de historia del dia de día del mismo ser, en un cuerpo distinto.

    Salu2

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