sábado, 14 de abril de 2012

Sueños...

Tu cuerpo mancillado por la tierra
cargando el llanto del mundo
era ligero al tacto como la cera
y frió como el cero absoluto.

Has pasado caminando a mi lado
tu aura he sentido
recordando todos mis pecados
dejándome herido.

Con los recuerdos suturo
las llagas del futuro
de aquellos pecados
que no fueron mios.

Hoy tengo la vista perdida
el corazón enterrado
en tu mirada infinita
junto a tu cuerpo olvidado.

jueves, 12 de abril de 2012

Sueños...

Si acaso cabe
una maravilla mas en la tierra
esta debería ser sin dudarlo
una mirada tierna.

Que salga de tus ojos,
enmascarados en el antifaz
gobernador de tu rostro,
de esos gitanos ojos.

La piel tersa y clara
con sabor a la tierra madre
orgullo de tu raza
por el tiempo olvidada.

Y he de hacer honor,
al recordar tu gente
y aclamarte con jubilo
y todo eso es imposible
entregándote mi amor en vilo.

viernes, 6 de abril de 2012

La mujer de rojo

El profesor David acababa de incorporarse a la secundaria 54 y aun se estaba acostumbrando a la vida en la gran ciudad cuando comenzó a escuchar los rumores de la mujer de rojo. Para él, que se había criado con el folclore de la provincia escuchar sobre apariciones nocturnas no fue nada del otro mundo, lo que le causo curiosidad fue el hecho de que estas eran en una ciudad, donde la gente es mas fría y escéptica. Los alumnos estaban emocionados por ver la dichosa aparición e incluso llego a escuchar que se hacían apuestas para ver quien pasaba la noche en el parque, donde tenían lugar las apariciones.

Decir que solo fue casualidad que semanas después de haber escuchado los rumores David comenzó a caminar por el parque cada noche mas noche sería como decir que es una casualidad que los profesores dejen tarea. Y todos saben que las tareas son la forma mas intencional de crueldad en una escuela.

Era pues la noche en que se había quedado mas noche y solo como referencia diremos que las doce campanadas habían pasado hacia unos minutos. David se había sentado en lo alto de la explanada, junto a la estatua de un personaje olvidado cuando vio acercarse un indio trajeado portando un panamá a juego con su negra vestimenta y fumando no con poco disimulo un grueso habano. Al acercarse más logro ver que su traje poseía unas distinguidas lineas blancas y que su lacio cabello azabache formaba una coleta en su espalda apenas visible en la penumbra.

--Buenas joven. Si no fuese esta la gran ciudad juraría que es el chamuco en persona--Dijo David.

--Buenas don. Pues aquí en la ciudad no es raro que camine ese señor a estas horas, pero no no soy aquel que menciona.

--Y quien es, si se puede saber.

--Tengo como principio no mentir de noche así que me va a tener que dispensar la fantástica realidad de mi persona. Soy Alex, y soy un brujo.

--¿Un brujo dice? Yo conocí uno allá en mi pueblo y nunca lo vi vestido como un jazzista de los años 20. Le disculpo la fantasía pues en esta vida podemos ser quienes queramos ser. De noche nadie puede negar que quizá el día es solo una ilusión de la esperanza.

--Pues si, soy un brujo, un nahual como le dirían en su pueblo. ¿Y que hace un profesor deambulando por un parque?

--De noche no enseño, solo aprendo. Y me gustaría aprender a adivinar oficios así como lo hace usted.

--¿Y que aprende? Adivinar no es difícil.

--Aprendo los colores de la noche, las constelaciones del cielo. Escucho los rumores de la ciudad. Hoy en especial vine a aprender sobre una mujer de rojo.

--Oh, la mujer de rojo. Es solo una leyenda. Es solo un juego. No es mas que la luna disfrazada.

--¿De qué?

--De mujer de rojo.

--¿Por qué?

--Debe estar aburrida, el blanco y el plateado son los colores que siempre usa, y en estas fechas cuando tantos mueren le gusta pintar sus ropas con la sangre de niños y ancianos. Hoy vine a platicar con ella. Si quiere se nos puede unir.

La mirada del brujo destello astucia. Se veía una profunda oscuridad que se aproximaba desde lo mas profundo de su mente. Pero no había malicia.

En cambio, los ojos de David se cerraron. Impidieron el paso del miedo, de la inquietud latente en su pecho. Al volver a abrirlos puedo sentir la presencia mas hermosa que había tenido desde su niñez. La luz de la luna que había estado presente en todo momento se había extinguido y solo las tinieblas acariciaban sus cuerpos, con dulzura, como el amor del vientre materno, como si nuestra madre primera nos apapachara.

Fue entonces que de entre la oscuridad poco a poco se fue formando, de la poca luz que aun quedaba de los extinguidos rayos de luna, una mujer de piel cobriza ojos almendrados y oscuros. Su vestido rojo impecable se ceñía como una segunda piel a su cuerpo. Pero no había pasión en su mirada, o en sus caderas ni sus pechos. Era como si la inocencia se hubiera materializado con el cuerpo de la pasión.

--Hola brujo. ¿Quién te acompaña?

--Hola Tecuciztécatl, es un placer, como siempre. Su nombre es David y no ha salido corriendo al verme.

--Brujo, no seas tan formal. Estamos ante invitados, usemos un lenguaje común. Dime simplemente Luna.

--Cuanta imaginación, Luna. Dime, como ha ido todo en estos días.

En ese instante el brujo volteo a ver a David, parecía decidir algo. Finalmente de sus labios brotaron las siguientes palabras:

--Luna no suele bajar muy seguido. Desde el inicio de los tiempos se le ha encomendado una tarea y gracias a ello tiene que viajar. Solo puede acompañarnos en la tierra unas cuantas noches cada mes.

--¿Qué tarea puede ser aquella que te impide visitarnos mas seguido, Luna? --Dijo David.

--Se me ha encomendado mantener a raya algunas de mis primas. Constantemente desean llegar a la tierra. Buscan el amor de un hombre, pero no comprenden que el amor que ellas tienen es mas ardiente que cualquier cosa en este mundo.

--Una labor loable.--dijo el brujo con una sonrisa socarrona--¿Te apetece algo de música?

--Claro Brujo, ya sabes lo que me gusta.

El Brujo se llevó el habano a los labios y chupo profundamente. De la punta del puro comenzó a caer un poco de ceniza que dejo ver las brazas color naranja fuerte. Después de quitarse con total solemnidad el cigarro de los labios comenzó a exhalar el humo y este como obedeciendo una sinfonía danzó alrededor de los tres integrantes de la extraña reunión.

El azulado humo danzaba cambiando constantemente en formas que se fueron definiendo. En las figuras informes de humo aparecieron dedos, cuernos, flautas, guitarras y cabezas. Y luego como si el ojo humano fuera una maquina lenta y obsoleta David no lograba discernir entre las criaturas algo que le declarase la realidad de lo que veía. No lograba encontrar sentido a las criaturas con plumas y picos que tocaban la guitarra. A los xoloscuintles con manos de hombre que hacían sonar el bajo.

Pero esos detalles poco importaron. Pues la platica que siguió lo absorbió y le hizo apenas percatarse de la orquesta demoniaca a su alrededor. La voz de la luna, dulce como el aguamiel y adictiva como el pulque le hacia querer continuar por siempre.

Hablaron aquella noche sobre la vida y la muerte, sobre el amor y el sufrimiento. Pero hablaron principalmente de seres muertos y enamorados. Dioses con largos e impronunciables nombres que a labios de la luna y el brujo sonaban mágicos, místicos, magníficos.

Y así, perdiendo la noción del tiempo y la realidad David paso horas platicando, admirando y conociendo cosas que otros mortales nunca creerían, mucho menos aprenderían y fue entonces que se convirtió en un súbdito de la mitología, de tal manera que consiguió contacto con sus raíces, su antiguo pueblo y así con la magia que corría por sus venas. Todo en una sola noche, la noche de las mil horas, que seria como la recordaría.