jueves, 14 de febrero de 2013

Un legado en tinta roja y negra: Parte 2

Se colocó los audífonos y prendió el dispositivo. Ella había tenido uno igual un par de años antes, así que no tuvo ningún problema. Busco entre la colección de canciones y solo encontró una pista de audio. La reprodujo y una voz muy familiar comenzó a salir de los auriculares. Una voz de cierta forma diferente y de otra forma muy similar a la suya propia. Era una voz cansada la que le hablaba:

"Rosario, yo misma, o yo del pasado. No se como nombrarte, nombrarme. Es extraño hablarte a ti mismo, principalmente cuando lo harás en el pasado y no tienes recuerdo de que haya sucedido. 

Las cosas en nuestros tiempos avanzan de una manera rápida, igual que antes. Soy vieja y me ha tocado ver grandes maravillas, quizá más de las que un humano debería presenciar en una sola vida. He visto el futuro y el pasado. He podido sobrevivir a los años y a los amigos. Pero sobre todo, he podido ver que el hombre no durara mucho tiempo. Y no es que se vaya a destruir, o que la tierra vaya a estallar. Es solo que se le esta dando un poder para el que la humanidad aun no ha madurado. Un poder que a ti, como a todos en tus días sonara irrisorio, pero que hoy en día es algo normal, natural.

Rogelio fue quien comenzó todo. Sí, el mismo que no hacia tareas en la escuela y que vivía la vida como llegaba. Y digo vivía, pues en un punto dejo de hacerlo así. Dejo que el dolor lo cegara y el poder lo creciera y se volvió un titán ciego que construyo y destruyo a su paso sin siquiera saber que lo que hacia afectaría no solo a su persona, sino al mundo entero.

Pocos saben como comenzó todo. Solo Juan, yo y un par de personas más que es mejor que no mencione. Intentare explicar lo que hizo.

Rogelio descubrió que la materia tiene más estados de los que le conocemos. El agua es agua, sí. Y se puede transformar en vapor y en hielo. Pero esa es la forma a nuestros ojos. Y desde siempre ha habido hombres que pueden ver con otros ojos. Con otras frecuencias. En la antigüedad eran llamados brujos, chamanes. Ellos podían ver el mundo diferente. Veían más mundo del que nuestros ojos alcanzan a ver.

Rogelio decía que con drogas era posible vislumbrar ese mundo. Pero solo un poco. Nunca he creído eso, pero he de confesar que tampoco llegue a probar ninguna droga como para poder confirmar mi creencia. Él me recomendó el LSD alguna vez, pero lo rechace. No iba conmigo, creo que eso lo entenderás bien.

Basado en esta teoría Rogelio investigo la materia misma y su composición. Estudio los átomos y descubrió que había al menos siete estados en los que podía estar cada átomo, que en combinación con las variantes de electrones conocidos hacía de la física de partículas un área aun más extensa. Así, al conocer más propiedades de la materia, se pudo manipular de muchas otras maneras el mundo que nos rodeaba.

La materia oscura resulto ser el espectro de frecuencias de la materia ya conocida, y de alguna que no conocíamos y que no podíamos haber conocido, pues solo existía en frecuencias que no alcanzábamos a ver hasta el momento. Todo eso ayudo mucho a la humanidad y le sigue ayudando en un grado que ni aun ahora a 50 años de los trabajos de Rogelio, puedo decir qué se logrará construir con esos conocimientos. Las posibilidades son casi infinitas.

Pero quizá la consecuencia más importante fue el descubrimiento de los fantasmas y los viajes en el tiempo. Por fortuna solo los primeros fueron conocidos de manera publica. Los fantasmas pertenecen a este mundo y viven en él. Nunca lo abandonan. Es como decía la vieja ley: la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma. Y la pregunta que nos faltaba hacer era: ¿Que pasa con la conciencia humana después de la muerte? Lo que pasa es que la conciencia, nuestro espíritu, pasaba de nuestro plano de frecuencia, a otro inmediatamente aledaño. A veces y por circunstancias muy especificas dicha energía lograba mezclarse entre los planos de frecuencias, y por ende, interactuar con nosotros.

¿Qué fue lo que sucedió con todo ese trabajo? ¿Cómo reaccionó la gente ante tales hechos? Pues reacciono como siempre, con escepticismo y por lo tanto Rogelio no vio finalizada ninguna de sus investigaciones. Al menos no en publico. Lo que sucedió fue que el mundo ignoro los descubrimientos por cerca de 30 años, pasados los cuales el tema tomo relevancia y la comunidad científica comenzó a sacar trabajos alrededor del mundo.

Como era de esperarse todas las religiones comenzaron a tomar como suyos los descubrimientos diciendo que ellos habían dicho que eso era posible aun antes que la ciencia. Y gracias a eso las religiones adquirieron un poder como no se había visto en cientos de años. Ahora muchas de las enseñanzas tenían explicación y lo imposible era posible. La cantidad de maravillas que se vieron durante esos años y los siguientes es incontable. Las familias eran reunidas nuevamente y se pudo hablar con personajes históricos. Todos se beneficiaban del descubrimiento. Pero también la cantidad de desgracias aumento.

A las personas ya no les preocupaba la muerte. Ahora podían morir sin miedo. Tenían la confianza de que irían a otro lado, que la muerte ya no era definitiva. Y la población comenzó a decrecer. Hoy en día ya no somos muchos los que hay en el mundo. Cada vez es más difícil convencer a las personas de ir al medico o de tomar precauciones. Los suicidios ya no son noticia en los periódicos como fue al inicio. Ahora es una opción socialmente bien vista. Los clubs de suicidio fueron famosos durante los primeros años. El mundo ya no se fija en la vida como antes, sino en la muerte y en el más allá. El mundo perdió por completo su balance.

Esto no pasó rápido. Yo estoy en el fin de mis días y aun se intenta que las personas no se maten por querer estar con su familia. La humanidad entendió mal lo que Rogelio descubrió, porque quizá él mismo no estaba preparado para lo que encontró aquel día del terremoto.

Porque todos sus descubrimientos no fueron tal cosa, sino redescubrimientos. Antes, hacia ya cientos de años, quizá miles, todo eso era entendido. Eso y aun más por lo que logramos comprender. Pero todo sucedió por un cafe que fuimos a tomar Rogelio y yo hace ya muchos años, unos meses en el futuro en tus tiempos. No era raro en aquellos días que fuéramos al centro a caminar y tomar un cafe. Yo acababa de salir de casa de mis padres así que tenia más tiempo. Él me mostraba algunos de los lugares que conocía en la ciudad. Y fue sobre la calle de Tacuba, detrás de la catedral y exactamente frente al Centro Cultural España que nos toco recibir el terremoto. Uno para el que la ciudad no estaba preparado y no podría estarlo nunca. La catedral se derrumbo casi por completo y el piso por el que nosotros caminábamos se desplomo y caímos a lo que parecía ser un túnel. Encima había quedado un auto y lo que parecía ser la fachada del Centro Cultural de España. De milagro no morimos. Y después de que el primero de los temblores arremetiera nos vimos atrapados en el submundo de la ciudad. Un mundo que pocos habían visto y que nadie quería que se conociese. Un mundo perteneciente a la Antigua Tenochtitlan. Pasillos y salas que se mantenían en pie aun después de un terremoto, que aunque en ese momento no lo sabíamos, había destruido la mitad de los edificios del centro de la ciudad y había traído el doble de la calamidad del terremoto del 85. Quizá porque había sido dos veces mas fuerte, o porque nadie esperaba un terremoto en viernes por la noche, cuando todos estamos más vulnerables.

Yo estaba asustada hasta el punto de casi no poder moverme, pero haciendo un gran esfuerzo camine al lado de Rogelio. Él estaba también temeroso, pero mucho menos que yo, y estoy segura que en alguna parte dentro de él lo disfrutaba. Desde donde estábamos se escuchaba el tumulto de arriba, los gritos y llantos de la gente. Caminamos sobre el pequeño túnel que teníamos al frente y nos internamos cada vez mas profundo en una antigua oscuridad que había sido visitada pocas veces en los últimos cientos de años.

Los pasillos se entrecruzaban y elegíamos al azar, pues no había manera de saber a donde llevarían. En varias ocasiones encontramos el sedero bloqueado y tuvimos que desandar lo caminado. El camino bajaba y bajaba. Por lo qué caminamos juraría que estábamos muy cerca del Templo Mayor. Seguimos caminando y seguimos bajando, parecía no tener fin.  Los pasos que dábamos los dábamos con cuidado y lentitud. El tiempo se alargaba como las sombras y el silencio. Nos internábamos a las raíces del mundo. Llego un momento en que el aire se torno viciado y ya no escuchamos el ruido de la ciudad en caos.

No se cuanto habremos caminado. Hoy estoy segura que no fue tanto como me pareció aquel día. Pero también puedo asegurar que fue lo suficientemente profundo como para que fuera el sótano de la primer capa del Templo Mayor, perteneciente al primer tlatoani de la ciudad.

Lo que encontramos al final fue un amplio salón que tenia paso a otras puertas y éstas a otros caminos quizá nunca explorados por hispanos. En medio de la sala había un pequeño templo que parecía dedicado a Quetzalcoatl. No era raro eso, pero si era mágico y hermoso. Estaba labrado burdamente, como todos los trabajos de aquellos tiempos ya muertos. Debajo del pequeño templo había una caja, cesta seria mas adecuado, adornada con hermosas plumas que se habían conservado bajo una gruesa capa de polvo. Un listón de algodón rojo ya desgastado remataba el presente que se nos entregaba aquel fatídico día.

Decir que Rogelio estaba maravillado es decir poco. Sus ojos refulgían con la poca luz de los celulares. Su barba le hacia parecer un viejo antropólogo con el descubrimiento de su vida. Lo cierto es que sería el descubrimiento de su vida, pero no era ni antropólogo ni el ser indicado para aquel regalo.

Exploramos los caminos laterales y ambos estaban tapados por piedras que asemejaban custodiar la sala de Quetzalcoatl desde centurias atrás. Regresamos entonces a la sala y tomamos el cesto. No era tan grande y Rogelio lo desempolvo, sopeso y vio que aun conservaba bastante resistencia. Se lo puso bajo el sobaco y regresamos a ver la forma de finalmente salir de ahí.

Seguro te preguntaras que cosas pensamos en aquel momento. La verdad es que soltamos teorías a destajo. Desde que podría tratarse de los tesoros escondidos hasta una ofrenda en especie al gran dios de la serpiente emplumada. Platicamos mucho y mientras nos acercábamos a la civilización y dejábamos atrás el lugar donde el tiempo parecía no correr me sentía más y más tranquila.

Finalmente salimos y llegamos al mismo lugar donde habíamos caído. Se escuchaban ahora los cuerpos de rescate patrullar la zona. Comenzamos a gritar y después de unos minutos lograron escucharnos. Esperamos un rato más, nos comunicaron que debíamos esperar a que movieran el auto para que entonces pudieran rescatarnos. Realmente nunca estuvimos en grave peligro aun a pesar de que se sentía exactamente lo contrario. Nos fuimos y nadie cuestiono el que Rogelio cargara una vieja cesta de mimbre.

No sabíamos a donde ir. No sabíamos si nuestras casas estaban en pie y si nuestras familias estaban bien. Yo no tenia a nadie en la ciudad, excepto un par de amigos. Él por el contrario tenia familia en Azcapotzalco. Resolvimos tomar rumbo a Azcapo y comenzamos a caminar, pues no había transporte. En el camino vimos mucha gente muerta y desesperada. Rogelio parecía inmune a los gritos de ayuda y auxilio. Su mirada se detenía constantemente en su descubrimiento y nada lograba que su mente trabajara en descifrar el misterio de la cesta.

Por fin, pasadas unas horas llegamos. Vio a su familia bien y sin ningún problema. Solo había habido grietas en los edificios. Fue esa zona de la ciudad quizá la menos afectada. Ahí pudimos sentarnos y platicar. Y abrir la cesta.

Dentro había rollos de fibra que Rogelio dijo era de magueyes y algunos parecían ser pergaminos. Eran escritos aztecas o toltecas. No podíamos saberlo en ese momento. Era éste un gran hallazgo. Pero Rogelio no quería entregar los escritos. Quería descifrarlos el mismo y la emoción del momento me hizo permitirle tal cosa. Entonces, ese día nos separamos él con la cesta y yo con la promesa de que me mantendría al tanto. Al final, nunca había tenido una gran fascinación por las viejas culturas y mucho menos por los problemas que podría ocasionar quedarse algo así. Era temerosa y ahí fue donde falle a la humanidad.

Paso el tiempo y la ciudad comenzó a recuperarse, a rehacerse, reinventarse. Una ciudad con tantos cientos de años encima no podía ser destruida, solo diezmada, dañada. Pero nunca destruida. Y mientras la ciudad renacía de los escombros cual ave fénix de sus cenizas Rogelio estudió la escritura Azteca y vio infructuosos sus intentos. Siguió estudiando y pasaron así los años. Y cada vez lo vi menos. Hasta que en un momento dado había olvidado por completo el incidente y mi vida era absorbida por las cosas urgentes pero no imprescindibles. Me quede en la comodidad de la ignorancia.

El resto de la historia esta perdida. Solo Juan Carlos sabe parte de ella y el nunca dirá nada de ello. Algo se lo impide, quizá la naturaleza misma de la historia. Para cuando volví a saber de Rogelio fue a través de Juan Carlos precisamente. Dijo que Rogelio había descubierto cosas y las había publicado en la Red. Intentaba realizar algunos experimentos y enviarlos a alguna revista científica. Decía que eran cosas maravillosas, pero en las palabras de Juan pude sentir que algo andaba mal. Y resulto cierto."

Continúa en una semana...

1 comentario:

  1. Wooow... quiero saber..... qué pasa....??? Gusta la historia... me llama la atención Rogelio... interesante... esperare a ver que pasa

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