martes, 1 de enero de 2013

Sobre un pequeño viaje...


En los últimos tiempos pareciera que todo me recordara esa vieja vena aventurera que existe en mí desde la niñez. Desde que recuerdo me gustaba ir a lo inexplorado, a conocer y descubrir nuevas rutas en el patio de juegos que era la casa, el campo detras de ésta o las calles de la ciudad. Los premios eran la vista, un parque, el amanecer o simplemente conocer un nuevo camino. Era el conocer algo nuevo, algo que otros ignoraban, un gran premio.

Creo que Melville resume ese sentimiento de una manera maravillosa con el gran inicio de Moby Dick:


"Call me Ishmael. Some years ago—never mind how long precisely—having little or no money in my purse, and nothing particular to interest me on shore, I thought I would sail about a little and see the watery part of the world. It is a way I have of driving off the spleen and regulating the circulation. Whenever I find myself growing grim about the mouth; whenever it is a damp, drizzly November in my soul; whenever I find myself involuntarily pausing before coffin warehouses, and bringing up the rear of every funeral I meet; and especially whenever my hypos get such an upper hand of me, that it requires a strong moral principle to prevent me from deliberately stepping into the street, and methodically knocking people's hats off—then, I account it high time to get to sea as soon as I can. This is my substitute for pistol and ball. With a philosophical flourish Cato throws himself upon his sword; I quietly take to the ship. There is nothing surprising in this. If they but knew it, almost all men in their degree, some time or other, cherish very nearly the same feelings towards the ocean with me."


Pues el punto es la aventura por si misma. Es algo que al final carece de explicación y quizá sentido para los que no les llega la necesidad. Pero aquellos que tienen la necesidad logran reconocerla cuando les apremia a embarcarse en un nuevo viaje, ya sea por tierra o por mar. Y yo la reconocí nuevamente hace unas semanas.

Entonces, salí de viaje. Desperté un miércoles a las 4:30 am, tome un baño, metí todo lo necesario para la supervivencia en la nada y salí de casa. Pedalee sobre avenida 22 de febrero hasta su entronque con Cuitláhuac, donde viré hacia el sur. Continué hasta Marina nacional y cambie el rumbo hacia el centro y cuando la avenida termino di vuelta nuevamente hacia el sur sobre Insurgentes. Y seguí pedaleando por bastante tiempo. Por 12 horas exactamente y al siguiente día otras 12 horas y así hasta que se cumplieron los cuatro días vaticinados del viaje. Los primeros tres días viaje al sur, siempre al sur. Con el sol saliendo imponente a mi izquierda y la luna ocultandose a mi derecha y teniendo el privilegio de observar a ambos astros al mismo tiempo mientras iba presuroso sobre la carretera. El cuarto día la carretera me dirigió al oeste, y tenia el sol a mi espalda cuando despunto el día y frente a mi cuando agotado debía subir el último cerro de mi camino, que daría paso a una de las pendientes mas emocionantes del viaje. El objetivo final del viaje, o la excusa como me dio por llamarle, no la logre. Me quede en el kilometro 366 de los 386~390 que eran en total, pero no fue por completo gusto, sino porque la noche había alcanzado mis pasos hacia ya varios minutos.

Y e que fueron cuatro días (sí, lamentablemente sólo cuatro) en los que disfrute de los placeres y los horrores que han oscurecido el corazón de las personas. Conocí algunos de los mas viejos enemigos del hombre, de aquellos que nacen en uno mismo y también me fe permitido disfrutar de el don mas maravillosos que tenemos, la libertad. Pero con toda la extensión de la palabra, y con todas sus connotaciones. Porque alejado del bullicio de las personas es como se conoce realmente uno mismo y llega a conocer el mundo. Las personas distraen en conocer a la Madre Naturaleza o el verdadero valor de nuestro corazón.

Conocí el hambre, la sed y el cansancio extremos. Conocí el placer que recibes cuando tienes hambre, sed y cansancio. Puede parecer tonto y estoy seguro que muchos me han de tachar de eso, pero al igual que siempre digo que las personas deberían vivir solas un tiempo, puedo ahora decir que para apreciar muchas cosas en la vida, es necesario saber lo que es el el hambre, la sed y el cansancio. Por no mencionar la incertidumbre, que siempre era el peor de los males.

Pero se preguntaran que qué saca uno de un viaje como este, y como conteste a una persona que me pregunto eso, solo puedo decir que un viaje, sea del tipo que sea, ya ha valido la pena cuando tienes algo que contar a tu regreso. Son las historias y el placer de poder contarlas el mayor premio. Por eso no hay ninguna de esas aquí.

Fue un viaje interesante, uno que espero poder repetir, y esta vez lograr la meta y rebasar el maldito kilometro 66 (acá 366). Si no han hecho algo así, recomiendo que lo hagan, la experiencia es simple y sencillamente única.

Quiero despedirme con una gran frase con la que me identifico en demasía de Tolkien, que aunque esta de moda por la última película, no ES moda:


"Not all those who wander are lost"
John Ronald Reuel Tolkien

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