martes, 12 de junio de 2012

Alucinaciones...


--Hola. No voltees, no puedes verme. Si lo haces me iré -- Dijo la voz a su espalda.

Era esta la segunda vez que la escuchaba. Era dulce y armoniosa. Quizá un poco melancólica, pero siempre bella. Era imposible saber si lo que decía era cierto o no. No había modulación ni tono. Solo el significado de las meras palabras como vertidas en una hoja y leídas sin emoción. Pero la voz era sumamente bella. Como de otro mundo.

La primera vez que había escuchado la voz había sido un mes atrás, cuando había visitado de nuevo la casa. Esta era antigua con paredes de adobe y techo de madera y tejas. Era vieja pero bien cuidada. Sus paredes blancas resplandecían en los amaneceres y su calor reconfortaba por las noches. Siempre se había imaginado el vivir en una casa de adobe como ser enterrado vivo en un gran mausoleo subterráneo.

Cuando vio la casa solo iba de paso, de regreso de sus vacaciones hacia ya un año. El pueblo era pequeño y no había nada significativo en el, nada que le atrajera. Excepto la casa. Así que se dedico a la tarea de comprarla. Empresa que duro algunos meses, pero que termino exitosa.

Había entrado y dejado las cosas en la vieja mesa de madera. Todos los muebles parecían tener muchos años, tantos como la casa, y algunos no servían. Parte de su trabajo en adelante era revitalizar la casa, reparar los muebles, pintar los muros, arreglar el jardín. Devolverle el vigor y la solemnidad que se merecía.

La casa era de una planta, a la entrada solo había una habitación grande que hacia las veces de cocina, comedor y sala. Era tan grande que aun con lo que ocupaban de todos los muebles se tenia un gran espacio libre. Al frente de la primer puerta, cruzando el cuarto, había una más que daba al jardín trasero. Esta puerta quedaba a un lado de la cocina y tenia a su izquierda una amplia ventana de manera que al cocinar o lavar los trastos se podía observar el jardín. El jardín terminaba en una pared que era parte de un viejo acueducto. Era una de las cosas que Miguel más apreciaba de la casa.

La otra habitación principal estaba a la derecha, y solo constaba del dormitorio, casi tan amplio como la anterior. Había en él un gran ropero de cedro y una cama vieja a la que le rechinaban los resortes. Trajo de su casa un sillón y lo colocó a lado de la ventana que daba al jardín, al lado opuesto de la cama. Fue mientras se dirigía al sofá a dormir ya pasado su día de remodelaciones cuando escucho la voz de mujer, sutil, tierna y escalofriante.

--¿Quien eres? -- Había dicho la voz en aquella ocasión.

Para Miguel escuchar una voz era algo extraño, pero nada que su imaginación no le hubiera jugado antes. Y así, a manera de juego contesto:

--Soy Miguel, ¿Cómo estas? Yo estoy aquí, sin mucho que hacer. Comenzare a vivir en esta casa -- Con cada palabra se relajaba un poco más. Se convencía pobremente, pero se convencía de que era solo su cabeza-- No se quien seas pero seguramente podremos platicar de vez en cuando. Espero no te moleste, lo que pasa es que suelo hablar mucho.

Y como esperando respuesta se quedo Miguel despierto y con los ojos abiertos después de haberse acostado. Cuando despertó lo hizo porque el sol le golpeaba el rostro. Para entonces la voz era solo otra anécdota más de su imaginación hiperactiva. Un recuerdo vago, onírico. Algo irreal a la luz del día.

Pero esta vez era diferente. Las ventanas y la puerta estaban cerradas, y la noche solo dejaba entrar el sonido de los grillos y el parsimonioso viento que mecía las hojas de los arboles en su andar. No había manera que fuera su imaginación.

Las palabras que había dicho "No puedes verme, o me iré". ¿Eran acaso una petición? Y su pronunciación, tan perfecta que no cabia duda de su humanidad. Pero la frialdad de las palabras era estremecedora. Pero el sonido tan armonioso, tan sutil y suave, tan suave como el tacto con un pétalo y tan bello como el amanecer. Era todo contradicción.

Al no saber que hacer simplemente se quedo parado, estático, pensando sobre la voz. Y fue un instante después en que sintió la presencia, como si hubieran llegado juntas pero retrasadas. No se explicaba como es que se había percatado primero de la voz. Era una presencia, una silueta en el rabillo el ojo. Su imaginación comenzó a jugar con él.

Su cuerpo agudizo sus sentidos. Ahora podía escuchar el crujir de las ramas en el exterior, el constante golpeteo de alguna rama con la casa. Podía oler la tierra de la casa, el cloro que había usado al limpiarla, ese olor a canela del incienso. Sentía con sus pies descalzos el petate que hacía las veces de tapete, podía sentir en sus pestañas y en los vellos de la nuca un ligero aire, un viento casi imperceptible que se colaba de ningún lado. Tenia las reminiscencias en la lengua del cafe que apenas había tomado.

Y se percato de todo en solo un instante. Un instante antes de escuchar nuevamente la voz.

--Gracias--Dijo la voz, como aliviada. Ahora, se había dado cuenta de que la voz era femenina.

--Ahora podemos hablar, pero no puedes verme. Si me ves tendré que irme.--Ahora la voz de mujer tenia un matiz mas grave, era una voz hermosa, suave y sensual. Pero carecía de un verdadero propósito. Se seguía escuchando como la lectura sin sentimiento de un guión mil veces ensayado.

--Esta bien, pero no se quien eres. Yo soy Miguel.--Pronuncio las palabras con un hilo de voz. Tenia miedo. Después de pensar e las posibilidades se había percatado de que no había manera de que fuera un sueño y había terminado por aceptar.

--Acaso los nombres sobran en este lugar. Tu me colocaras uno, a su tiempo. Llegara a tu mente como la palabra belleza cuando ves un amanecer. Mi persona no es, ni ha sido en este mundo. Quizá nunca llegue a ser. Acaso sea como la lluvia que esta en todos lados donde hay agua y nadie puede saber realmente donde esta.

Después de dichas estas palabras Miguel sintió un fuerte corto viento sacudir su espalda, y con ello una fuerte pero gentil presión en sus hombros lo orilló a la cama, donde el tomo asiento a la orilla, quedando frente a la ventana y el sillón. La presión en sus hombros no disminuyo, y por el contrario, sintió un frío dulce y arrebatador acercarse a su espalda.

--Pero habrás visto cosas, el tiempo ha pasado junto a ti, así como la lluvia cae y tarda tiempo en caer y en ocasiones contempla un atardecer y en otras la noche estrellada.--Dijo Miguel que se había relajado cuando se sentó. El frío que sentía no era incomodo, por el contrario lo había calmado. El sonido exterior no se detenía, y el ambiente no estaba pesado o denso. Era agradable, quizá extraño, pero agradable. Era como platicar consigo mismo, o con un viejo amigo por el teléfono. Solo debía recordar no voltear.

--He visto pasar el día y la noche. He visto incontables veces la estrella de la mañana salir y ocultarse para re emerger gloriosa en la oscuridad. El tiempo no me es ajeno, ni la vida de los hombres. Por el contrario, mi presencia en este plano es abocada al hombre. En un tiempo fui reconocida y amada. El amor del hombre es grade y fuerte. Tanto como su olvido e indiferencia. El hombre es el exceso en existencia. Nada en este mundo se excede en nada, solo el hombre.

--Es muy cierto, pero es parte de el. Es su orden natural de las cosas. Es, más que una elección, una maldición del hombre poder elegir. El hombre seria mas feliz si fuera todo instinto.

--Pero el instinto es malo. Gracias a que el hombre puede elegir es que comete errores, y por ellos debe pagar. Yo cometí uno hace mucho tiempo y por el aun sigo pagando.

Dijo esto ultimo con un voz dolida, como de quien aun puede ver la herida abierta. El corazón de Miguel se estremeció y sintió la necesidad de consolarla. Su mano se dirigió con eterna lentitud hacia su hombro, donde la presión no haba desparecido, donde algo estaba recargado, un algo frío y tierno.

El contacto fue frío. Fue tierno. Fue cálido. Sentía como su calor se transmitía hacia la mano que apenas sentía. Era algo evanescente, como si cada segundo que su mano hacia contacto desapareciera y se volviera a formar. Y era húmedo.

Miguel no quiso continuar la platica, sintió que habían llegado a un punto incomodo. Quiso cambiar la conversación pero no sabia que decir. Finalmente, pasados algunos segundos quiso decirle que cuando podrían hablar nuevamente, que como sabría que ella estaba ahí. Y fue en el instante en que titubeo las palabras que un nombre apareció en su mente, un nombre del que no sabia el significado. Era una palabra, era la palabra adecuada para llamarla, la única que podía existir: Sihuehuet.

--Sihuehuet--Pronunció con extrañeza e inseguridad--¿Cuándo podremos hablar de nuevo?

--Después. El tiempo es ajeno a nosotros. Quizá aun no lo sabes, pero algún día encontraras a Coatl y entenderás todo. Coatl vendrá a reunir a los antiguos, a quitar las cadenas de los condenados. Restaurara el orden de las cosas y guiara el camino de los antiguos. Destruirá lo que deba destruir y creara lo que deba crear.

Poco antes de que Sihuehuet terminara de decir las palabras que serian las ultimas de esa noche un calmado viento se arremolino alrededor de Miguel. Le erizo la piel, y los vellos de la nuca. Por un momento el temor a lo desconocido regreso con mayor ímpetu y le hizo voltear con rapidez. Lo único que vio un pequeño remolino y agua. El agua permanecía en el remolino, no salpico. El lugar donde habría estado Sihuehuet estaba ligeramente húmedo de agua, supuso.

1 comentario:

  1. Rebuscado ...lo leí ...no me gusto tanto, me ha gustado mas en otras ocasiones.

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