lunes, 18 de julio de 2011

Alucinaciones...de un viejo muerto, parte 1.

Era tarde y el viento soplaba con fuerza moviendo arboles y basura por igual. La avenida amplia y sin camellón se extendía por delante con dos aceras. Alex caminaba sobre una de ellas, con un muro a su derecha. Su paso acelerado delataba su nerviosismo por tener que caminar por un lugar lóbrego y solo a tan altas horas.

Caminó varios metros más y comenzó a ver a su izquierda el edificio de la Secretaria para la Defensa del Trabajador, las bodegas abandonadas un poco más allá y más adelante un puente peatonal que cruzaba la avenida, bien iluminado en el pasillo pero demasiado oscuro en las escaleras. Continuo su andar con pasos cautelosos, girando de vez en vez su cabeza.

Bajo la oscuridad emitida por la lampara rota que se erguía sobre las escaleras del puente comenzó a divisar una forma, una figura. Dio tres pasos más y ahora era un bulto del tamaño de un hombre. Sus siguientes dos pasos se hicieron más lentos, mas cautelosos. Y efectivamente, un hombre estaba sentado en las escaleras del puente, recargado en el pasamanos cual si estuviese durmiendo.

Su mente se había apagado y miedo comenzaba cada vez a tomar control de sus extremidades a cada paso que daba hasta que por un instante no movió un solo músculo. El aire frío volvió a aullar, los arboles se cimbraron y la basura se elevo varios centímetros y viajo algunos metros a lo largo de la banqueta. Parpadeo y sacudió su cabeza. El temor se alejo rápido y su corazón dejo de correr incontrolablemente. Reanudo la marcha con pasos tranquilos pero veloces. Seguía siendo tarde.

Al cabo de algunos pasos su cercanía con el viejo vagabundo lo ponía cada vez mas tranquilo, no estaba moviéndose por lo que parecía inofensivo. Repentinamente un carraspeo resonó a través del aire, sonoro y seco como el de un enfermo. Su piel reacciono con el miedo y corazón comenzó su rápida carrera nuevamente. Movió ligera y lentamente la cabeza hacia el vagabundo y lo que vio a los escasos dos metros de distancia a los que estaba le perturbo más que cualquier cosa que se hubiera imaginado.

El viejo debía haberse orinado encima, eso debía ser. El charco que se formaba debajo no podía ser otra cosa. Un nuevo sonido, un quejido esta vez. No parecía amenazador, sino lastimero. Como un perro herido. Pero no podía ser. Debía haberse meado encima. Y fuese lo que fuese no esperaría para saber que es lo que había pasado. Comenzó su huida y cuando llevaba dos pasos, los dos malditos pasos que nunca debía haber dejado que fueran solo dos, escucho unas palabras que provenían de una voz gastada por los años:

-Ayúdame, por favor…

Sabia que no debía detenerse, sin embargo lo hizo. Sabia que no podía arriesgarse, que podría ser una trampa pero su conciencia no estaría tranquila, y aunque llegase sano y salvo a casa no podría dormir esa noche, ni la siguiente. Fue así que se dio la vuelta, se acerco al viejo y le ayudo.

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