Extrañándote paso mis días,
con el solo recuerdo de
la nostalgia de las hojas al viento.
En ellas se monta como caballero
mi heroico Prometeo, que a veces
no es más que un arriero.
Y viaja de jardín en jardín,
llevado por el viento,
buscando tu fuego para entregarlo
como lo hizo su viejo gemelo.
Para que obtenga, de ese mi amigo
el precioso regalo de tu fuego.
Un fuego que alumbre los pecaminosos
pensamientos que a altas horas tengo.
Que consuma mi eterno deseo.
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