Es entonces una alegría con matices melancólicos. Es la forma del mexicano de ver las cosas, incluso de vivir. El mexicano se queja de todo, y al final de la semana, del año, de alguna u otra manera, hay fiesta. Es una visceralidad constante, es una dualidad, quizá reminiscencia de aquella batalla entre aquellos viejos dioses en busca de un nuevo mundo.
Al final del día, no puedo dejar de escuchar mi canción favorita para estos días, y pensar en un incierto futuro que tal vez nunca llegue a ser.
Escribo esto rodeado de mis muertos. Escribo estas lineas pensado en que pueden escucharlas aun sin ser pronunciadas.
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